28 de septiembre de 2007

Monologo de Alex de la Iglesia

Esto sentí en cualquier proyección de mis cortos... y lo sentiré en Mas Alla del Mar... Lo comparto con ustedes.

MONOLOGO DE UN LOCO DURANTE EL ESTRENO

Tras casi dos años de trabajo, es penoso comprobar cómo todo el esfuerzo que supone realizar una película se reduce finalmente a hora y media de proyección. Hasta que llega el primer pase, tu cabeza no advierte la gravedad de esa afirmación, la angustia que te invade al ser consciente de que un pequeño fallo en la copia, una mancha, un roto, pueden distraer al espectador y destrozarte una secuencia. Cada proyección es La Proyección, el pase más importante, probablemente el único para ese grupo reducido de espectadores, y no existe un espectador más importante que otro.

Por eso siempre pierdo los nervios cuando enseño por primera vez una película. Normalmente me siento atrás, escondido en el rincón más oscuro, como el vampiro de almas de Poe, dispuesto a absorber las energías que desprendan los espectadores al contacto con las luces que se reflejan en la pantalla. ¡Dios, tengo tantas ganas de comprobar por fin cómo funciona, si los gags son graciosos, si las escenas que quería que asustasen asustan, si se entiende lo que pasa, si la gente quiere al protagonista y le acompaña en la historia, si han visto ése detallito que está colocado con toda intención allí atrás, en el decorado…! Socorro. Comienza la proyección y la gente se acomoda en sus asientos.

Todo parece normal. Suena bien, el Dolby no salta, todo va de perlas. Afortunadamente la copia es buena, pero yo no la he visto anteriormente. Error fatal. Puede tener una raya, puede que una secuencia salga azul, o verde. Puede tener un fallo de laboratorio inadvertido, y ya, para siempre, ese defecto acompañará en el recuerdo a la película y yo no podré evitarlo. ¡Por la Virgen, la gente se ríe, parece que les gusta! Gracias, Señor, gimes para tus adentros, intentando contener las lágrimas. De pronto adviertes que se acerca el cambio de bovina. Se qué es absurdo, pero ¿y si se han equivocado de orden al colocar las bovinas? ¿Y si proyectamos la uno y la tres, y la dos la hemos colocado al final? Aunque parezca ridículo, casi imposible, eso ha pasado en otras ocasiones.

Errar es humano. Por supuesto, si ocurre, estoy perdido. Nadie disfrutará de la película. Pararemos la proyección y todo el clima se habrá venido abajo. La gente, que ya estaba metida en la historia, se desenganchará y todo el esfuerzo de estos dos años habrá sido en vano. Bueno, parece que el primer cambio de bovina es correcto, gracias a Dios. Ahora viene el segundo acto. Agazapado en mi escondite al fondo de la sala, observo las cabecitas de todos los espectadores, una a una. Parece que ése tipo de la tercera fila se está aburriendo. No, no puede ser. Es la butaca, que es incómoda… ¡Sí, sí, se está aburriendo, cabecea, cambia de postura continuamente! No puedo soportarlo. Ah, se ha reído. Vamos a ver, no nos precipitemos. Igual sí le gusta la película, y sencillamente se trata de una persona nerviosa, un culo inquieto. Ahora viene esa secuencia que tanto me costó. Espero que les guste. ¿Qué hace aquél de la esquina? No puede ser cierto. ¡Se está levantando! ¡Ahora no, por Dios! Se ha levantado y se dirige a la salida. ¡Pasa por delante de la pantalla y está distrayendo a todo el mundo! ¿Pero quién es ése canalla? Además suena su móvil. ¡Sale para hablar por su maldito móvil! ¡Toda la sala ha perdido instantáneamente la concentración, han olvidado la pantalla y siguen con la mirada a ese imbécil!

En cuanto acabe la proyección, le buscaré y le mataré a palos, pero ahora no puedo decirle nada porque yo también distraería a la gente. Ya ha salido, por fin. El ruido que hace la puerta al cerrarse de golpe, molestísimo, coincide con una frase fundamental del guión, y no se ha oído. Por culpa de ese tipo odioso. Empiezo a emparanoiarme. La música, ¿está demasiado alta? No, está bien. No, no, está muy alta, molesta a los diálogos. No, está bien. ¿Subo el volumen? No, tendría que salir y molestaría con la puerta y todo el lío. Vuelvo a observar concienzudamente el mar de cabecitas de la sala. ¡Madre de Dios, ese crítico tan importante se está encendiendo un cigarrillo!

Está distraído, no le interesa, no le gusta. Voy a morir. Siento que voy a morir de un momento a otro. Pero no, igual enciende un cigarrillo porque está a gusto, porque le gusta la película, porque le agrada la historia, porque me quiere, porque la vida merece la pena ser vivida. No sé. Comienzo a sudar copiosamente. Un sudor frío, angustioso. Llega el cambio de bovina. Por favor, por favor, por favor… Bien. Ahora viene el mejor chiste de la película. ¡¡Eh!! ¡No se han reído! ¿Porqué? ¿Qué ha fallado? ¡Es graciosísimo! ¡No lo han entendido! Lo he contado mal. Me he precipitado. ¿Será que no se entiende? Espera, espera. Igual sí se entiende, pero no es un chiste de carcajada, es un chiste de sonrisa. Sí, es eso. Es un chiste de sonrisa. ¡Claro, todos han sonreído, pero no lo he visto, porque les tengo a todos de espaldas! Eso es. La película avanza sin sobresaltos. Santo Dios, ya estamos en el tercer acto. El final es lo más importante. ¡Si el final es bueno, lo olvidarán todo! Acabar bien, qué difícil es. Como en el Sexto sentido: la película es un coñazo, pero como el final es acojonante, te olvidas. Las cabezas se revuelven en sus butacas. Eso está bien, el público está nervioso, expectante, deseoso de presenciar el desenlace, ansioso por ver de qué manera se resuelven los problemas que agobian al protagonista y vivir con él su final feliz. Las cabecitas se retuercen, los culos se agitan en los asientos. Fin.

Un par de tipos (vaya, son amigos míos) aplauden. Salgo corriendo antes que nadie, oculto bajo las sombras de los títulos de crédito. Me voy al baño, y sentado en la taza del váter, lloro como un idiota. Lloro durante unos minutos eternos. Ya ha pasado y todo ha ido bien. Alguien ha visto mi última película, "La Comunidad" y durante hora y media ha vivido en un mundo que hemos levantado mi equipo y yo en dos años. Y no sé cómo explicarlo, ni qué decir de todo esto, pero es maravilloso.

1 comentario:

Carlos Ignacio Trioni dijo...

Cuanta razón tiene Alex!!!
Chicos los felicito por el corto.
Y gracias por agregar mi humilde blog a el suyo...
Ya hare lo mismo con este lindo espacio del cine cordobés...